De unos tipos que en alguna ocasión resultaron decentes y entrañables con canciones lícitamente entretenidas, se han convertido en los reyes del mojabraguismo más actual, gracias a este álbum repleto de 'épica' megalomaníaca de Flowers y arreglos de teclado que nada tienen que ver con lo que hacían cuando empezaron. Deduzco y sé que no somos pocos los que nos quedamos a cuadros con este disco -previsiblemente-, y no es que seamos detractores a sueldo, pero es que estos tipos han edulcorado su música lo suficiente como para convertirse en un grupo detestable. Y no es que fueran reyes del metal, pero han cambiado lo suficiente como para caer a la altura de Keane, aspirando a ser un sucedáneo del AOR y a quedar inmortalizado en el forro de la carpeta de alguna quinceañera. Cosa que por otra parte, seguro que ya había pasado.
Escapa, caballo... ¡¡ESCAPA!! |
Hoy tenemos a unos The Killers que, efectivamente, no sólo confirman que se han puesto de un blandengue que no hay quien lo aguante, sino que cambian ciento ochenta grados en su propuesta para conseguir el rechazo del grueso de los que antes les tolerábamos. Durante gran parte del disco, engordan su música, intentando sonar grandilocuentes, algunas veces acabando en insípidas subidas a medio-gas. Nada más empezar, nos encontramos la primera prueba en Flesh and Bone, donde al final de la canción, entre el dub vocal, los coros y el propio teclado, logran un nivel hortera al que probablemente ni se habían planteado llegar.
Por supuesto, no encontramos rastro del Flowers que a en anteriores ocasiones cantaba con tenacidad, como si estuviese algo cabreado. Por el contrario, la única versión que escuchamos es la del Brandon que vive entre nubes: Runaways (de nuevo con esa combinación hortera entre teclado y voz), The Way It Is con su toque ochentero inaguantable, más baladas soporíferas con arreglos cutres como Here With Me...
Definitivamente este es un disco para los amantes de Boleros de Luis Miguel.
The Killers parece que se hayan convertido en el típico poperete con canciones cliché prefabricadas, que por momentos tiene subidones de rock, para aparentar que ellos también tienen pose. El resultado, lograr canciones horrendas y cargantes como The Rising Tide, con un Flowers que se pone a pegar gritos que incido de nuevo, le ridiculizan. El grupo en conjunto se vuelve insoportable cuando se enquista en los ochenta oscuros y adoptan poses como si puesen unos Meat Loaf chungos, sobre todo con ese gran final de Battle Born. Y Dios me salve de tener que volver a escuchar canciones como Deadlines And Commitments.
En resumidas cuentas, todo este destripe viene por el cambio que los Killers han dado. Si directamente fuese un grupo con esta propuesta, no importaría porque seguramente ni nos habríamos fijado en él. Porque desde Luís Miguel hasta Foreigner, hay un amplio espectro de gente que podrá disfrutar de esta pesadilla de color de rosa. Flowers se vuelve cargante cuando se viene arriba, el grupo en sí renuncia a su pose más rockera, la que no estaba mal y caen sometidos ante la dictadura del Crossfire, sacrificando los teclados para darles un toque AOR hortera... Son pocos los pros que se le pueden sacar al álbum, salvo que podría haber tenido aún más minutaje. Con este Battle Born, The Killers hacen honor al nombre de la banda.
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