lunes, 24 de septiembre de 2012

Sigur Rós - Valtari, paisajes, flores y siestas

Los discos de Sigur Rós siempre crean expectación, máxime cuando su fórmula de interpretar el post rock es brillante, con grandes secciones de viento y cuerda, mucha intensidad en las melodías y explosiones finales (en ocasiones) como manda la tradición. Con casi veinte años de trayectoria, en este 2012 probablemente hayan editado su material más flojo, Valtari, un álbum que es realmente precioso en su primera mitad, pero que se diluye irremediablemente en la monotonía en la segunda parte.

Takk..., Hvarf - Heim, Með suð í eyrum við spilum endalaust... han sido grandes piezas contemporáneas de post-rock las que nos han dejado los islandeses, con ese idioma que Jónsi sabrá qué significa. Seguramente habrán recorrido, sin previo aviso, muchos recovecos de nuestros recuerdos gracias a sus emocionales melodías, cargadas de intensidad y excelentes sinfonías. Pero no todo es eterno en esta vida, sí algunas de sus composiciones, pero no su capacidad para sorprender y llegar a tocar la patata, como ya han hecho muchas veces.

El clásico UFObarco

En este sentido, hay que reconocer que Valtari, a pesar de que continúan en liza sus grandes rasgos instrumentales, no está a la altura de anteriroes composiciones. Y no se puede decir que no sea un disco malo, porque en el post-rock no suele haber mojones ni precipitaciones al vacío, pero sí pasos en falso como el que han dado en 2012 nuestros islandeses preferidos. Valtari empieza aceptablemente correcto, sin muchas brusquedades para que poco a poco vayamos entrando en materia. Pero ese es precisamente el problema, que durante todo el disco estamos esperando a que se pongan manos a la obra para erizarnos el pelo.

Para ese supuesto preludio que nos introduciría al ojo del huracán, tenemos como arranque canciones como Ég Anda o Ekki Múkk, preciosas melodías sobre las que la voz de Jonsi se desliza con total naturalidad. Poco a poco va aumentando la intensidad de las cancionesy ya en el tercer corte, Varúð, muestran su etéreo post-rock, para acabar con su cota de emoción en la que toda la instrumentación va aumentando su potencial, llevándonos a un gran final. En este momento, tras la trayectoria ascendente de las tres primeras canciones, parece que el álbum está tomando forma y que Sigur Rós siguen apostando por el habitual calentamiento postrockero para después aturdirnos. Pero no.



Rembihnútur, Dauðalogn, las canciones siguientes que deberían continuar con esa progresión potencial auditiva, no son así, sino que vuelven al arranque del disco, para apostar por bellas e intangibles melodías. Que por otra parte, no está nada mal, pero lo que nos gusta de Sigur Rós es su gusto por la instrumentación clásica y los sonidos minimalistas, lo que otorga a sus picos de auge una combinación de sonoridad, potencia y emoción única. Pero este trabajo han eliminado de raíz esta característica, por lo que nos 'condenan' en la segunda mitad del lp por un paseo en el desierto en el que sólo encontramos bonitos paisajes, pero ningún tipo de tempestad que lo altere. Valtari, Kvistur, Logn... son buenas canciones y otra oportunidad de disfrutar de su gusto por el minimalismo con artefactos clásicos. Nada más.



Por lo tanto, Valtari podría haber sido mucho más, podría haber sido un disco de Sigur Rós en letras mayúsculas, con un híbrido entre la faceta más épica de los islandeses y la más sensible. Vamos, lo que han hecho siempre, pero esta vez, Jonsi sabrá por qué, parece que les han robado los decibelios que rezumaban en sus discos anteriores. No es un mal disco, se percibe la calidad que tienen, pero es un trabajo que deja a medias. Justo cuando esperas que te rematen con una disparo a bocajarro, te perdonan la vida, impidiéndote el subidón de adrenalina.

0 comentarios: