sábado, 22 de septiembre de 2012

Holograms - Holograms, embriagados de cerveza punk

Uno de los debuts del año, curtido a base de mucha cerveza, un garage trasero, maneras post punk y mucha actitud. Son Holograms, una de las actuales sensaciones norteñas gracias a la propuesta que ofrecen en su inicial puesta en largo, también denominada Holograms. Buena ejecución en los sintetizadores, mucha vitalidad, vocales a lo Joe Strummer y canciones muy pegadizas.

Da la impresión que eso del nuevo post punk, ese revival que tuvo su auge en la pasada década, poco a poco se va desinflando, al menos en los grupos mayoritariamente conocidos. En este sentido, suelen ser grupos anónimos los que mantienen a flote dignamente este movimiento, a menudo con una buena combinación entre sintetizadores y en este caso, con un toque new wave que entra directamente al oído para instalarse en el córtex cerebral. Allí donde se perciben los juicios, Holograms se hacen fuertes si les escuchas mientras empinas los codos a base de rubia espumosa.

Ataviados de chupas y algún peinado estrafalario, pantalones vaqueros y una birra en la mano mientras actúan, Holograms retrotraen a la actitud punk inglesa de los 70/80, donde el mensaje y la actitud imponen a partes iguales. Así es como vienen desde Suecia estos tipos, preparados para que consumas su disco de una forma masiva. Esa new wave a mitad de camino de un revival post punk más, les convierte en droga para el oído. 
El desparpajo de Anton Spetze y Andreas Lagerström, habitual en todo el álbum, lleva la batuta desde el minuto uno en en el primer corte Monolith, donde nos sumergen en un antro irlandés.

Al zagal este ya le han zurrado en el pub
Una de las piedras maestras que ayudan a redondear el proyecto es el teclado de Filip Spetze, que ya sea como complemento o como principal esqueleto de canción, tiene ese toque que te anima a agitar la cabeza (y sin sonar a sintetizadores ochenteros muy machacados). Mediante deformaciones varias, a veces el teclado se convierte en un globio de helio desinflándose en Chasing My Mind, o en una mortífera arma synth pop para perfeccionar la kamikaze ABC City.
La otra piedra angular de Holograms es la apoteosis que se forma entre la guitarra de de Spetze y el bajo de Lagerström. En cortes como Stress encontramos la máxima expresión de este dueto, con un vendaval guitarrístico, un bajo violento y para acabar de finiquitar la faena, de nuevo el teclado chirriando para acentuar la locura.




No todo es kamikaze y autodestrucción alcohólica en este ritual de iniciación. Holograms también ofrecen una parte melódica y muy sinth-popera en Astray, uno de los temas más adictivos de todo el largo. Los factores, en general los ya mencionados: la forma deshinibida de cantar de Anton Spetze, unos acordes constantes y potenciados por el teclado, y unos coros enfocados a enganchar al público. Una buena forma de no caer en el horterismo de los ochenta, pero evocando a ellos.



Holograms se ganan a pulso ser uno de los debuts más importantes de este año con su su homónimo disco, en el que mantienen el equilibrio entre el post punk y unos toques de indie rock con toques synth y new wave. Sin dejarse abrazar exageradamente ninguno de los géneros, logran un equilibrio que les hace pegadizos y tabernarios a partes iguales. Ideal para escucharlos entre cervezas en un sucio garage londinense.

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