Brian King y David Prowse siguen con su frenético ritmo de producción, ya que este es su tercer lanzamiento importante, contando su recopilación No Singles, en apenas cuatro años. Su discografía empieza a expandirse rápidamente, como sus canciones en tu cabeza. Después de su gran debut Post-Nothing, continúan apelando a ese espíritu joven y fresco, esparziendo vitaminas decibélicas por sus estribillos despreocupados y con mucha vitalidad. En este Celebration Rock no han llegado a la altura de su debut, pero siguen aguantando una línea aceptable en la que no te queda más remedio que dejar varias canciones en repeat. Han logrado sacar dos o tres estribillos para enganchar y desmarcarse del resto, a pesar de que es un álbum más lineal.
Siguiendo con su manía de hacer discos de ocho cortes, siguen apelando al espíritu de Superchunk, con melodías enérgicas, rasgándose las vestiduras a alta velocidad y amparándose en su sonido semi garagero con actitud casi punk. En Celebration Rock los de Vancouver vuelven con más potencia en sus composiciones, logrando gran sonoridad. Si juntamos este avance con sus coros pegadizos, caeremos de nuevo en el engatusamiento al que nos someten. Ellos van a lo suyo, son jóvenes y aún no tienen prisa por caer en la pretenciosidad. Sus tres o cuatro acordes diferentes siguen haciendo que confiemos en ellos.
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En la segunda mitad del disco se mantiene la filosofía de derramar sobre nuestros pabellones auditivos toda la adrenalina que les permiten sus instrumentos, con el combo vocal y de acordes de Young Us o The House That Heaven Built, con la fórmula de los coros en el estribillo llegando a su máximo exponente. El dúo canadiense es joven y lo celebra canción a canción, sin perder el tiempo. Porque como alguien dijo alguna vez, "juventud, divino tesoro". Ellos se despiden con toda la energía que les caracteriza, dejándonos con Continuous Thunder para cerrar, no una de las más vertiginosas, pero sí una que concentra un buen ritmo de batería combinado con capas guitarrísticas.
Celebration Rock es otro disco que celebrar, valga la redundancia de los Japandroids. Si no llega a la magnificencia del debut es porque han preferido jugar la misma carta en todas las canciones, echando toda la gasolina en sus pedales. Post-Nothing era un trabajo más visceral, este está más controlado en ese aspecto, pero con mayor potencia. Se echan de menos algunos cambios de velocidad en la misma canción para romper esa sensación monopolizadora de su sonido, y con algo más de baja fidelidad, dicho sea de paso. Quizá le hubiera venido bien sumar alguna canción de las que utilizaron para el recopilatorio, como la maravillosa explosión progresiva Lucifer's Symphony. En este sentido, se lo podrían haber currado un poco más.
No obstante, y a pesar del tiquismiquismo, Japandroids se mantienen férreos y con ganas de hacerte espabilar en esos días en los que ni un calientaburras de hace despertar.
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