The Last of the Kábilas |
Cuando no tienes una infraestructura como al de un gran evento, por ejemplo como el Low Festival que se celebraba ese mismo fin de semana te enfrentas a pequeños marrones, como el de que la luz estuviera yendo y viniendo durante los primeros momentos del festival. Si querías ver los fanzines, tazas y camisetas freaks tocaba apelar a la luz del móvil, cirio, fósforo o algún otro objeto incandescente. Gajes del oficio. Aunque tampoco se aburría uno, entre cerveza y cerveza podías cazar algún Nidoran en las pokeparada que había al lado y escuchar la buena selección que hacía mientras tanto el dj, donde escuchamos desde Weezer a Built To Spill, pasando por algún ramalazo emo. Pero al fin se hizo la luz, los bocatas de longaniza volvieron a ser una realidad en el foodtrack y con una hora de retraso, empezó el primero de los conciertos, el de Circo, locales, y uno de esos grupos de rock urbano que tanto se prodigan por nuestro país. Un estilo y una formación por el que seguramente no iban la mayoría de los asistentes —que los hubo—, pero desde luego todo un detalle y una reivindicación necesaria el seguir apostando por los grupos del municipio. Estuvieron repasando temas de su trayectoria, desde discos como Qué frío el invierno, qué difícil naufragar hasta su maqueta. En general, canciones que recordaban, por tono de voz, estructura melódica y letras a todos esos grupos del rock español que han bebido de referentes del estilo como Extremoduro o Marea. Eso sí, para despedirse se fueron con el clásico 'Qué fue del Siglo XX' de 091, aprovechando su vuelta a los escenarios.
Galgo y el gusto de reventar las cuerdas, que son baratas |
Los Vinagres agitando al personal mientras este se la juega con un calimocho |
Después llegó el momento de los djs, tirando de una sesión ecléctica con ritmos frescos y TRAPistas y cosas más clásicas. Pero lo importante ya había pasado, era el momento de la fiesta, de agotar los cartuchos, el flirteo y el dinero de las carteras. Y después cada uno a su cueva (o no), con una grata sensación por el rato pasado y la apuesta por la buena música, aunque con la inquietud de si de verdad es la última Kábila. Pero eso se piensa mejor ya el día después, con la resaca haciendo sus tareas.
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