Aunque no es algo nuevo, no todos los días se cruza en tu camino un multi instrumentista de este calibre. El cerebral David Schmidt ha participado en numerosos proyectos de diferente índole, siempre con algunos comunes, en algunos casos el rock progresivo, en otros el psicodélico, el kraut o la electrónica. Por otra parte, lógico viendo que es natural del Berlín. El asunto es que bajo el alias de Sula Bassana, convergen todas esas facetas. Siempre con su propia producción. Incluso tiene un sello, Sulatron Records. Y ya que se pone a hacerlo todo él solo, también se encarga de sacarle punta a todos los instrumentos.
El final del mundo |
Este largo es una puerta que se abre al vacío más sideral, un viaje por todas esas referencias obligatorias al progresivo, al kraut y a la psicodelia de los setenta y sesenta. Además, no sonando excesivamente añejo, cosa posible gracias a las capas sonoras que añade. De hecho, también recuerda a clásicos no tan obvios -pero de dilatada trayectoria por supuesto- como Mike Oldfield. También por cierto, amigo de canciones de largo desarrollo y de elaboración propia en todos los instrumentos. No sólo encontramos aquí similitudes, también en la forma de ejecutar algunos riffs y acordes de guitarra. Es inevitable recordar al inglés al escuchar el principio de Departure, el segundo corte del disco. Después ya vienen los samples de teclado al estilo órgano de los 60 que ha añadido el artista berlinés, enriqueciendo así su creación. No es sólo simple rock psicodélico.
Por supuesto, en un disco de estas características no pueden faltar los punteos y los riffs abrasivos, como los que se nos presentan en el tema que abre el álbum, Underground. Por cierto, el único en el que hay algo de sección vocal. Los cambios de ritmo son evidentes, con poses psicodélicas pero siempre desde una perspectiva de space rock, similar a la de Causa Sui o Vibravoid. Como no puede ser de otra forma, es en los dos temas de más de 15 minutos, Surealistic Journey o el último, Arriving Nowhere, donde se percibe no sólo el parecer estar en una jam, sino la naturalidad con la que ejecuta las líneas de bajo, las escalas inacabables o los teclados que aumentan el infinito.
Entre las canciones cortas, las de nueve minutos, hay dos auténticas joyas. Una es Dark Days, que combina fragmentos místicos de ácido con verdaderos momentos épicos. Como los que a Matt Bellamy le hubiese gustado componer. La otra pieza es Bright Nights, una travesía minimalista en sus primeros minutos, que acaba por recrudecerse y perder el control, generando una embestida final de guitarras que rugen y hielan la sangre.
Esto es Dark Days, de Sula Bassana, uno de los discos del año y un auténtico vendaval compositivo. Digno de arquitectos sonoros fuera de serie como lo es David Schmidt, que gracias a su trayectoria previa y experimentación con diversos géneros; lejos de caer en el error de crear un mejunje sin sentido, ha parido un disco tan magno como este.
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