lunes, 30 de mayo de 2011

Diaper Island, Chad VanGaalen no falla

Últimamente todo el mundo ha estado parado esperando a poder escuchar lo nuevo de los Fleet Foxes, y acto seguido flipar. Puede que sea el efecto Vetusta Morla. Algunos grupos destacan tanto en un género que ensombrecen a otro que no tiene nada que envidiar. Pasó hace poco con Vetusta Morla y Nudozurdo, por ejemplo, y está pasando ahora con los estadounidenses Fleet Foxes y el canadiense Chad VanGaalen.

Es cierto que Chad Vangaalen ya parte desde una posición más 'underground'; no es tan conocido como los Fleet Foxes, a pesar de compartir sello en Sub Pop. Esto se debe a la gran acogida que recibió Fleet Foxes, su debut, en la crítica.
Quizá si el canadiense intentara aglutinar sólo un género ganaría más adeptos dentro del folk, pero precisamente ese abanico de variedad es el que hace tan especial a Chad; ese abanico que puede gustar a folkeros, rockeros y a amigos de lo electrónico. Algún purista le ha aplicado el dicho de "el que mucho abarca poco aprieta". Pero este no es su caso, con la experimentación y la innovación ha sido como se ha avanzado en la música. Chad Vangaalen no marcará un antes y un después en la música, pero puede que sí haya cambiado algo en el panorama folk. Pocos artistas han mezclado folk, rock y electrónica sin tapujos y con un resultado similar.

En Diaper Island, su cuarto disco, ha vuelto a conseguirlo. Ha vuelto a crear una obra en la que no descuida ninguna de sus facetas. La parte del disco menos buena la tenemos al principio, donde se centra algo más en su parte más folk. Do Not Fear y Peace On The Rise son los dos temas que abren el álbum. Pero en la tercera posición ya nos encontramos con un guantazo en la cara: Burning Photographs. Impide que te quedes durmiendo si no te ha gustado mucho las canciones que le precedían. Es una de las dos o tres canciones con estribillo machacador que suele meter en sus trabajos. Después encontramos Heavy Stones, donde se apodera de su harmónica al más estilo Dylan y el adelanto del disco, Sara, que se desinfla después de escuchar el pegadizo silbido.

Después de Sara viene la mejor parte del disco. Nos encontramos con la movida Replace Me, con el reverb de la nana rock Blonde Hash, la delirante Freedom for a Policemann, las gotas psicodélicas de electrónica vertidas en Can You Believe It?... Para acabar tenemos canciones con ritmo farragoso en acabado electrónico como Wandering Spirits, la tranquila No Panic/No Heat y la espiritual Shave My Pussy.

En resumen, Chad VanGaalen, ni ha cambiado y ni ha cambiado. No ha cambiado porque no le hace falta y no ha mejorado porque al menos de momento no puede. Esto es lo que ofrece. Y no es poco. Canciones marca de la casa en las que mantiene su identidad y hace temas que se convierten en oro para los oídos de sus fans (como yo). A la altura de Soft Airplane. Probablemente mejor. Uno de los discos del año.


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