Ya lo intuíamos con los temas de adelanto, lo nuevo de Trust podía ser un disco repleto de jitazos.
Y así ha sido. Joyland (Arts & Crafts), el segundo disco
de este proyecto en el que ahora sólo está Robert Alfons al frente, funciona
sin el filtro oscuro y con una vista mucho más discotequera. No sólo los
singles son píldoras de baile y eficiente synth pop, el disco en líneas
generales está para dejarlo en bucle entero. Una gozada para el fin de semana.
Cualquier momento es bueno en realidad.
TRST y su tenebrosa portada ya advertían de lo que había dentro
de ese disco. Oscuridad a modo de synth pop traducida en varios jitazos
ochenteros que gustaron bastante en esta casa. Dos años después, la portada de
Joyland también es una pista sobre el cariz que ha tomado el proyecto de Trust:
más luminoso aunque sin renunciar en parte a lo mostrado en el debut. Más synth
pop que va más allá de los ochenta.
En no pocas ocasiones nos encontramos cada año con
referencias trilladísimas de synth pop sin gracia que aportan poco. Lo bueno de
Trust es que echa toda la carne en el asador, sintetizadores y pop colorido
llevado hasta sus últimas consecuencias. Si queda hortera o no, no importa. Y
tampoco es el caso. En este sentido, Joyland es un buen homenaje a los beats tan
marcados de Pet Shop
Boys, a una reivindicación total de la música de hombreras sin
remilgos. ¿Echabas de menos a Modern Talking? Este es tu disco. Y
ahora con extra de decibelios.
Si bien es cierto que no todas las pistas son jitazos, al
menos la mitad de las once canciones son capaces de tirar del carro sobradas.
Así pues, con respecto a TRST, aquí el álbum está más concentrado, con menos
dispersión y bastante más luminoso (¿tendrá que ver la marcha de Maya
Postepski?). Lo que antes eran sintetizadores oscuros, ahora en su mayoría son
miradas hacia más pop y alguna que otra capa de progressive, en contraposición
con ese estilo que vertebraba su debut.
No todo va a ser sudar, o eso ha debido pensar Alfons, que
ha preferido no empezar con la matraca al principio. Primero una cosita
suavecita como ‘Slightly Floating‘, vale, bien. Eso
sí, a la segunda ya empezamos fuerte, inyección de ‘Geryon‘
con sintetizadores más potentes, con vestidos horteras y con fiestas que acaban
de día. Es ese fragmento del disco en el que uno tras otro vienen jitazos sin
que te dé tiempo a reponerte o a echarte otro cubata, no pierdas tiempo en ir a
la barra. Disfruta. Seguimos con ‘Capitol‘, uno de los mejores cortes
del disco, coloristas efectos sonoros que hacen un juego ideal con la sección
vocal chico-chica; es como entrar a un salón y brindar con champán. Tal y como
ocurre con esas píldoras de alegría tan puke rainbows de ‘Joyland‘.
Carnaza para bandas sonoras como la de Drive.
Asimismo, no sólo se disfraza de ochenterismo el disco,
también hay reminiscencias al dance pop y al eurodance de los noventa. Es
decir, Trust recoge los momentos más pisteros y exitosos de la rama electrónica
que le otorga al sintetizador y al pop un papel vital. ‘Icabod‘
o ‘Four Gut‘ tienen esos arreglos del dance de los noventa
que facturaba himnos. La energía de temas brillantes como ‘Lost
Souls/Eelings‘ o ‘Peer Pressure‘ tienen aires
cercanos al dance del corte de facturadores de hits como Corona.
La ristra final de la segunda mitad del disco recoge esas
virtudes sin caer en bpms excesivamente maquineros, y apuntala el disco con
temas tan serios como ‘Rescue, Mister‘, sin obviar además
la ambientación más siniestra de su debut, en temas como ‘Four Gut‘,
al estilo Swayzak. En definitiva, un segundo álbum más accesible y con capas
sonoras menos enfermizas. Hay para casi todos los amantes de los sintes, una
primera mitad más pop, señorial y ochentera, y una segunda más cercana al
sonido dance de los 90. En cualquier caso, amor absoluto a este nuevo largo de
Trust. Un acierto el abrir su sonido más aún, llegando a referencias más
cercanas en el tiempo e impartiendo cátedra de cómo ha de ser una orgía de sintes
hoy. Ahora póntelo a toda pastilla e intenta no quedarte sordo.
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