martes, 2 de agosto de 2016

Kábila Alternativa 2016: los tímpanos que se quedaron en Guardamar

The Last of the Kábilas
Los que seguimos en la provincia de Alicante en ciudades donde no hay oferta alejada —porque nunca la hubo o porque murió— de las verbenas fiesteras o donde los ayuntamientos siguen atrapados con programación comodona, solemos emigrar de vez en cuando fuera (de buen gusto). La última parada me llevó el sábado a la Kábila Alternativa, un nombre que resume bien el espíritu de este evento de Guardamar del Segura que ha llegado a las diez ediciones y que parece que la de esta vez ha sido la última. Una lástima, si al final es así, pero quedará en el recuerdo de aquellos y aquellas que sienten pasión por la música, tanto de los que han participado en la organización como de los que hemos ido a alguna de sus ediciones. Un festival bastante cercano, sin mucho aforo, en el que siempre se suelen congregar los habituales de los conciertos provinciales que el resto del año se mueven por el circuito que con más o menos afluencia, suele fluir en Alicante. Por cierto, un festival con precios populares de verdad en la bebida, que es lo verdaderamente importante.


Cuando no tienes una infraestructura como al de un gran evento, por ejemplo como el Low Festival que se celebraba ese mismo fin de semana te enfrentas a pequeños marrones, como el de que la luz estuviera yendo y viniendo durante los primeros momentos del festival. Si querías ver los fanzines, tazas y camisetas freaks tocaba apelar a la luz del móvil, cirio, fósforo o algún otro objeto incandescente. Gajes del oficio. Aunque tampoco se aburría uno, entre cerveza y cerveza podías cazar algún Nidoran en las pokeparada que había al lado y escuchar la buena selección que hacía mientras tanto el dj, donde escuchamos desde Weezer a Built To Spill, pasando por algún ramalazo emo. Pero al fin se hizo la luz, los bocatas de longaniza volvieron a ser una realidad en el foodtrack y con una hora de retraso, empezó el primero de los conciertos, el de Circo, locales, y uno de esos grupos de rock urbano que tanto se prodigan por nuestro país. Un estilo y una formación por el que seguramente no iban la mayoría de los asistentes —que los hubo—, pero desde luego todo un detalle y una reivindicación necesaria el seguir apostando por los grupos del municipio. Estuvieron repasando temas de su trayectoria, desde discos como Qué frío el invierno, qué difícil naufragar hasta su maqueta. En general, canciones que recordaban, por tono de voz, estructura melódica y letras a todos esos grupos del rock español que han bebido de referentes del estilo como Extremoduro o Marea. Eso sí, para despedirse se fueron con el clásico 'Qué fue del Siglo XX' de 091, aprovechando su vuelta a los escenarios.



Galgo y el gusto de reventar las cuerdas, que son baratas
Los siguientes en subir al escenario fueron el dúo de Catral Galgo, que ya han repetido varias veces en el festival y que ya que están como en casa, no podían faltar en la última edición de la Kábila. Además, estaban de presentación de su tercer trabajo, Menos a María. Así que era una buena ocasión para asomar el lomo para ve a uno de los grupos más ruidosos de la provincia. Porque el ruido es nuestro amigo. Aunque se llevan mejor con ellos, que estuvieron presentando el disco en riguroso orden, al menos los primeros cortes, reventándonos los tímpanos a base de reverb o de la saturación de su distorsión en temas tan portentosos como 'Entonces, una serie de mensajes me decían que tuviese relaciones sexuales con hombres'. Aunque no todo era violencia, de hecho el primer corte del álbum y por lo tanto del concierto era el sonido limpio y lisérgico de 'Por el día me marchaba en bicicleta a la playa'. Mientras se aclaraban entre ellos para ver qué temas tocar y cómo, nos quedábamos impacientes, con ganas de que volvieran a soltarnos en la cara una de esas hostias que te enderezan y que te despertarían en una siesta a 5 kilómetros. De hecho, tocaban con tanta efusividad que el guitarra rompió dos cuerdas durante el concierto, lo que influyó en no haber tocado alguno de sus mejores temas, pero el repaso a los otros álbumes se saldó con un poderoso directo que nos sometió. En resumen, a la altura de lo que estábamos esperando quienes no les habíamos visto. Catral manda y no tu panda.


Los Vinagres agitando al personal mientras este se la juega con un calimocho 
Acto seguido, llegó el turno de los veteranos jerezanos G.A.S. Drummers, que siguieron con el festín de decibelios con su punk melódico con algún que otro ramalazo hardcoreta. Una actuación en la que mostraron con su actitud por qué tienen el prestigio y por qué han hecho giras fuera de nuestro país con bandas de bastante renombre. Sin embargo, no logré conectar con el grupo, principalmente por s propuesta, no porque fuera una actuación de esas de olvidar. Eso sí, los que siguen al grupo sí que noqueaban bien la cabeza enfrente de ellos. Donde sí noqueé la cabeza bien, como el amplio perímetro que se formaba alrededor del escenario fue con Los Vinagres, un joven trío de La Palma que vino a meternos aguardiente por los oídos con su garage afilado, con temas de esos de hacerte sudar hasta los tobillos, porque una vez empiezan a desenfundar ese blues seco te tienes que mover. Si no lo haces puede que lo hagas por la fuerza con los espamos del de al lado. Es alguna de las reacciones que produjeron sus canciones. Un poco de gamberrismo, pintas tropicales y sobre todo, y más importante, mucho fuego desde sus instrumentos, golpeando con ese cruce entre el espíritu lírico y gamberrete de Los Saicos y la aridez de Guadalupe Plata. Rock 'n' roll para cerrar el tiempo conciertil de la Kábila.

Después llegó el momento de los djs, tirando de una sesión ecléctica con ritmos frescos y TRAPistas y cosas más clásicas. Pero lo importante ya había pasado, era el momento de la fiesta, de agotar los cartuchos, el flirteo y el dinero de las carteras. Y después cada uno a su cueva (o no), con una grata sensación por el rato pasado y la apuesta por la buena música, aunque con la inquietud de si de verdad es la última Kábila. Pero eso se piensa mejor ya el día después, con la resaca haciendo sus tareas.


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